...Porque siempre hay algo mas allá de lo que solo tus ojos pueden ver, tus manos sentir ó tu mente llegar a imaginar...

19/6/09

salvandonos del fuego [part.II]

-No creo que..- Alec-lo interrumpí-¿Cómo es posible que seamos inmortales?-pregunte
-muy sencillo mi querida Jane- contesto tranquilamente Cayo, muy sereno para mi gusto, continuo- después de sufrir un poco, poco mas de lo que tu puedes hacer, serás inmortal, con una pequeña mordidita bastara, pero tendrán que ser fuertes, muy fuertes para poder sobrevivir -
- ¿Qué me quiere decir? ¿Qué ustedes son…?-no pude completar la frase, sentía que mi voz se quebrantaba, y que una fuerte quemazón subía por mi cuerpo hasta llegar a mi delgado cuello-

-así es Jane, vampiros- al escuchar esa palabra todo mi ser se paralizo no podía creer lo que estaba escuchando, pero una parte de mi creía aquella loca historia- si ustedes deciden ser parte de nuestra familia como miembros de nuestra guardia, los salvaremos y serán llamados Jane y Alec Volturi, serán mas poderosos de lo que alguna vez han imaginado, desarrollaran sus poderes y aprenderán a usarlos correctamente-
- hace varios años que se que esa clase de películas no son reales- repuso Alec asustado, dando un paso atrás - no les creo nada
-no tienen que responder ahora, mañana los irán a buscar, tienen toda la noche para pensarlo; si deciden acompañarnos vengan aquí por la mañana- dijo Marco caminando a nuestro alrededor – por ahora nos debemos ir –y desaparecieron en una ráfaga de viento, mientras yo me sentía débil por primera vez en mi vida, sentándome en el suelo le susurre- ¿Alec?-
-Jane-me respondió- no estarás pensando en que eso es real y que seremos vampiros, ¡eso no existe!, ¿lo sabias?, lo único que debemos hacer es irnos a casa y esperar escapar de nuevo mañana- dijo melancólicamente levantándose y alejándose de mi; esa noche no pude dormir, porque pasar la noche teniendo horribles pesadillas sin sentido, de ninguna manera se podía denominar dormir; la única que recuerdo perfectamente era una tenebrosa imagen de mi misma con unos enormes colmillos, ojos profundamente negros, la piel mas blanca de lo normal y lo que me preocupaba de aquel sueño, mis labios rojos, pero no del rojo de un labial, o el rojo en el que se tornan los labios cuando hace frio, estaban rojos de... Rojos de sangre…




Muy temprano en la mañana me desperté al escuchar los gritos de Alec- ¡que haces! ¡Suéltame!- quería ver lo que pasaba pero para mi asombro no podía ver, intente quitar la venda que estaba sobre mis ojos, pero no pude estaba totalmente amordazada- ¡Alec! ¿Qué pasa?- pregunte sin obtener respuesta-¡Alec!-
-Jane ¿Dónde estas?-preguntaba Alec
- aquí en mi cama- dije entre lagrimas, preguntándome quien estaba atacando a Alec
- ¡Corre!, te amarrara a ti también-
-¿Quién?- pregunte sin pensarlo dos veces, acaso mamá había sido capaz de dejar que nos hicieran esto, acaso mamá dejaría que nos asesinaran de esa manera, en ese momento toda luz de esperanza que alguna vez brillo dentro de mi se apago-
-¡corre Jane! ¡Antes que terminen conmigo!-
- no puedo-le dije-no puedo moverme-
-¡Mamá! ¡Donde estas!- gritaba Alec desesperado- ¡Como pudiste!-
-Lo siento hijos- escuchaba a mamá decir entre sollozos – es lo mejor para todos.




El ultimo recuerdo que tengo de aquel oscuro día, es cuando estábamos en la hoguera, mis únicos pensamientos eran que aquella no era una forma digna de morir, que de alguna manera preferiría haber visto lo que pasaba, pero habían encontrado la manera en la que no nos pudiéramos defender, escuchaba como todo el pueblo gritaba cosas que no entendía, no sabia si Alec aun estaba vivo, no sabia si mi madre estaba ahí para verme morir, no sabia siquiera donde me encontraba, lo único que sabia con seguridad era que estaba muriendo lentamente, no sabia de que manera, pero la vida se me escapaba, hasta que llego un momento en que sentí muchos gritos ahogados y de pronto un gran silencio abundo mi mente, ¿abría muerto ya?, ¿ya todo había acabado?... pero no fue así, de repente me sentí extraña al escuchar la voz de Alec que gritaba -¡que hacen aquí! ¡Aléjense!, entonces comprendí a quien se dirigía, sentí como me desataban, nunca me había sentido tan libre como en aquel momento, me quite en vendaje de los ojos y vislumbre aquel rostro reluciente como un diamante bajo la luz del sol – Gracias – dije en un hilo de voz

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